domingo, febrero 21, 2016

En una lejana orilla...

En una lejana orilla un mar de estrellas se apaga, su fuego ya no calentara mas amaneceres, sus formas no dibujaran mas sueños, su luz no guiara a mas soñadores...

En una lejana orilla un sueño, ya desgastado por el tiempo, titila entre la penumbra, su arena ya rancia se vierte por el cono de un reloj agotado por el uso...

En una lejana orilla un ser humano muere, sus huesos se pudren entre montículos de sucio sábulo sin mas esperanza que engrosar las lomas cuando la erosión acabe con ellos...

En una lejana orilla el silbido del viento ya no formara mas música ni jugara con las formas dándoles vida...

En una lejana, muy lejana orilla, donde todo comenzó en un instante, un cactus desafía la sequía y el insalubre ambiente. Sus espinas rasgan la injusticia que le rodea, sus raíces lo sostienen firme en el resbaladizo terreno, su reserva acuosa, imbuida por la esperanza lucha contra el seca y asfixiante realidad. Una estrella, un anhelo, un hueso y un suspiro son sus padres...

En una lejana orilla un cactus finaliza su existencia, y de el brotan infinitas y espumosas olas que desparramándose por doquier hidratan y colman todo a su alrededor...

En una lejana orilla vuela una suave y fina pluma que es guiada por las corrientes de un magnifico y mágico océano...

Luz Sin Color

En un viejo techo descascarillado pende una pequeña bombilla, rodeada de un roto plafón su tenue y exánime luz crea mas sombras que claridad. Ajadas paredes de las que cuelgan trozos enmohecidos de pintura se dibujan con su luz, si acaso la escasa iluminación acrecienta la desolada figura que forman, la suciedad dibuja caóticas y caprichosas formas sobre el escaso y roto mobiliario de la habitación. Las descolgadas persianas parece que impidan la entrada a la profunda oscuridad que se agazapa tras ellas, mientras, los segundos, las horas, los días, los meses, los años, las décadas, los siglos, los milenios y los eones la desgastan sin parar...
Pero no siempre fue así, hace tanto ya que parece un sueño cuando iluminaba exquisito y rico mobiliario lleno de colores y formas, las paredes cambiaban tan a menudo de color que a veces parecía que un arco iris había quedado atrapado en esos muros. Las persianas recogidas dejaban que las tonalidades del exterior se mezclaran con las del interior mientras el polvo flotaba mecido en las radiantes ondas de luz, y nunca llegaba a posarse del todo, a su vez multitud de sonidos vibraban y chocaban con todas las superficies hasta hacer oscilar el fino e incandescente filamento luminoso.
Ahora, flotando en una roca a la deriva, rodeada de escombros y oculta tras unas desvencijadas persianas sigue brillando, sin color alguno, sin motivo alguno, sola, tan sola como se puede estar cuando eres tan rara y única que te niegas a seguir el curso natural de las cosas, tan sola como cuando sales del curso y del tiempo establecidos, tan sola como cuando esperas algo imposible...

domingo, diciembre 23, 2012

Ensoñaciones

La nieve caía lentamente en las ventanas de la gente que paseaba, nadie parecía sorprenderse del frio que entraba en ellos. Un joven y atolondrado minino que se mantenía agazapado sobre una tapia intentó jugar con los helados copos que inundaban las almas de los viandantes, nada mas tocar el primer copo maulló de sorpresa, como podían ni enterarse con semejante helor, se preguntaba el gatito confuso, su pequeña pata estaba totalmente congelada y tan solo había rozado una de aquellas esquirlas flotantes, había gente que solo era hielo, tras los cristales de sus ojos tan solo se vislumbraba una blanca y yerma desolación... Todo esto pensaba un joven mirando a un gato encaramado a un muro, que extrañamente jugaba con el aire y maullaba a los viandantes, pero era esa la realidad, o el hielo era lo que inundaba su alma y tan solo fantaseaba con aquella extraña y peculiar manera de actuar del minino...

¿Pero de donde venía tanta nieve? Se preguntaba el joven gato. Con un sol tan brillante y sin nubes parecía formarse de repente y caer sobre cualquiera sin ningún tipo de discriminación.
La tormenta arreciaba ya en los corazones de los viandantes, y se hacía insoportable seguir allí, iba siendo hora de buscar refugio de aquella tempestad, o pronto el mismo acabaría congelado.
Sus hábiles y seguros pasos lo llevaron entre los desiertos tejados de aquella ciudad, se deslizaba por las tejas sin saber hacia donde ir ni donde encontrar respuestas a las preguntas que llevaba sobre su consciencia.
De cachorro gustaba mucho de jugar con las pequeñas briznas que el viento llevaba, las cazaba y perseguía, danzaba al viento como una de ellas y por un momento comprendía su existencia, era una brizna mas volando mecida en el aire. Ahora ya no podía hacerlo, y se preguntaba si la perdida de esa sintonía no era la causa por la que cada vez comprendiera menos cosas...

Rayos de luz filtrados por cortinas le sacaron de sus cavilaciones, hacía un momento era un gato corriendo por tejados y ahora se había vuelto a perder entre la helada tormenta de su mente...

Creía que soñaba, hacía un momento le había parecido ver unos ojos reflejados por los rayos del sol, ahora solo estaba él en los tejados, rodeado de un pegajoso y persistente frío, buscar refugio para los gigantes instantes, recordó, evitar que los recuerdos quedaran congelados y perdidos.
Volaban golondrinas entre las antenas, emigraban ya, no fueran a quedar atrapadas entre la voz dormida del olvido y se perdieran para siempre en pleno vuelo.
Saltar, guarecerse, soñar despierto como un paraguas para la creciente tormenta que sin compasión arrasaba la propia esencia de lo que encontraba a su paso...

Viejo y delgado se reflejaba en un charco de agua, sus bigotes caían flácidamente, sus patas ateridas por una multitud de tiempo se movían lentamente, se había perdido en la tormenta y los años se habían olvidado borrando la alegría de la juventud, tan solo una brizna flotaba en su mente, una brizna que era un gatito alegre que se mecía al viento ronroneando...

Un maullido desesperado en su mente lo despertó, seguía atardeciendo inexorablemente, tumbado en el sillón había soñado ser lo que no era, las hojas de los arboles se mecían en sus copas, y el era incapaz de expresar sin voz lo que sentía en ese sueño...

Sus patas ya no se movían, el remolino de hielo que lo rodeaba le había robado todos sus años, solo se mantenía en pie gracias a la luz de un recuerdo que tal vez ni fuera suyo, tal vez soñado por algún otro que el observara al pasar y enamorado de él lo había adoptado para si.
Este instante dentro de un momento sera solo un recuerdo, pensó el minino, bufo con todas sus fuerzas y de su boca salio una pequeña y fina brizna, que con su baile cortaba los haces de aire que la arrastraban, el hielo escapaba a su paso. Que hermoso pensó el gato, no importa que no fuera mío, si así lo quieres puede ser tuyo un universo desconocido por entero.
Su pelo creció y cobro fuerza, sus patas volvieron a hincharse, su voz volvió con fuerza, y con alegría maulló una felina nota musical, todos los que estaban cerca se pararon a escuchar mientras una sonrisa se dibujaba en su cara, algunos nadaron en el mar, otros se desnudaron, otros soñaron, otros gritaron te quiero, pero todos volvieron a ver brillar preciosas facetas en sus ojos...

Escuchando desde la ventana pensó que no importaba si se lo inventaba, lo soñaba, o lo vivía, era suyo, y nada en el universo podría quitarle ese momento, incluso cuando las estrellas eclipsaran nada cambiaría ese instante...

viernes, julio 20, 2012

Devorador

Un intenso impulso invadió todo su cuerpo, se sentía arder, la adrenalina inundaba su torrente circulatorio, sus pupilas dilatadas lo veían claro, allí, al frente, estaba el origen de su infortunio, la cálida miel del odio acarició su paladar, un gutural grito crecía en su garganta, y sus mandíbulas cada vez mas apretadas amenazaban con romperse.
Frente a él, la esbelta máquina relucía con extraños colores en la noche, sus tentáculos hechos de biomateria recogían restos humanos para introducirlos en sus calderas, eran su sustento, eran su vida, eran su gozo.
Los pobres ilusos que habían llegado allí y habían osado enfrentarse estaban desparramados en torno suyo, familias enteras, niños, ancianos, soldados, filósofos, cualquiera era candidato a acabar allí, cualquiera...
Sabía que iba a morir, como todos los lanzados allí, no tenía posibilidad alguna ni capacidad de cambiarlo, solo podía decidir una cosa... como morir, pese a lo importante de la elección no le entusiasmaba la idea, era grotesco acabar así, sobrepasado y abrumado, odiando de impotencia y solo poder fenecer, undirse en el oscuro abismo de la inexistencia sin siquiera ser capaz de arañar el caparazón de su predador.
Los tentáculos no cesaban en su trabajo, ahora un pie, ahora un brazo, ahora medio torso, llenaban cadenciosamente el corazón del monstruo con las tibias vidas robadas. Mas una idea cruzo por su cabeza, como las encontraba si no tenía ojos, mas bien parecía un inmenso estomago ciego de gula que devoraba todo a su paso.
Los animados apéndices parecían ser capaces de discriminar los cuerpos de las rocas del terreno, hasta ahí parecía llegar su raciocinio, ¿pero como los distinguía sin tener ojos?, ¿quizás al tacto?
Tras meditar durante un rato el devorador estaba ya muy próximo, a diferencia de sus otras víctimas el podía moverse, había llegado allí por su propio pie, empujado por las supersticiones y servilismos de otros, pero gracias al azar había llegado vivo, y pensaba hacer un homenaje a tan insólito suceso.
Usando el fuego que abrasaba su corazón como una tea dejo escapar el furibundo grito que guardaba en su boca, y comenzó a correr hacia uno de los tentáculos, cuando este pareció captarlo y alzarse en su busca, el comenzó a huir hacia otro de aquellos monstruosos apéndices y driblando al primer perseguidor salto sobre su destino.
Las crueles extremidades lo agarraron en el aire, cada uno con titánica fuerza, en un último y desesperado esfuerzo se agarro a una de aquellas mortíferas prolongaciones con tal vehemencia que la otra pese a partirle los huesos no consiguió llevarse a su presa, frustrada por este hecho golpeó con violencia al objeto que impedía sus designios, desgarrando en la acción parte de la biomateria que recubría a su gemelo, el cual reacciono de manera ofensiva ante aquel ataque, golpeando a su vez con mucha más fuerza que la recibida.
Con el cuerpo desgarrado por el esfuerzo, fracturado hasta en el alma, a tan solo unos segundos del colapso, cayó entre el resto. Mientras la luz de sus ojos se apagaba lo último que pudo ver fue como dos tentáculos se devoraban mutuamente, y el resto de sus hermanos acudía a ser participe del festín...

jueves, junio 07, 2012

Papel

El viento de la conciencia estaba revuelto, las neuronas desesperadas, atrapadas en un eterno laberinto, impulsos desconcertados trotaban por doquier, alegremente enajenados, perversamente anárquicos. La tierra del insomnio era un campo abonado para estas criaturas, alocadas, jocosas, histéricas y multitud mas de ellas, arboles dendríticos dejaban caer sus maduros frutos entre desconcertantes ruidos.
El transito por los raíles del pensamiento era casi imposible, una miriada de trenes atascaba las comunicaciones, y aun así, mensajes circulaban a pie entre lánguidos pueblos de recuerdos y sueños. También las ciudades de estímulos estaban en funcionamiento, era como si pese a no poder comunicarse todos intuyeran lo que debían decirse y bailaran una ordenada danza sin melodía de fondo, algo áspera y triste, pero eficiente al fin y al cabo.
Un pensamiento, atascado con su carro en una vaguada esperaba pacientemente el rescate, su preciado cargamento no debía dañarse, pues era el sustento futuro de muchos buenos ratos venideros, las semillas brillaban con luz propia entre la oscuridad, e incluso al acercarse sonaban como acordes notas de violín. El pensamiento, aburrido de tanto esperar desconocía la nueva estación de insomnio, las fuertes tormentas desgastaban los ya de por si cansados campos, si no se imponía pronto una nueva y reparadora fase de sueño, solo quedarían yermas percepciones para conformar las nuevas viviendas de la próxima generación de pensamientos. Tal vez solo quedaría el camino de cubrirlo todo con un velo de desesperación y esperar a temporadas mas fértiles y creativas...
Algo se movió en la frontera de su percepción y tan hastiado estaba de esperar que abandonó su preciada carga para descubrir que era, encontrando algo inconcebible...

Hijo de una pluma y de la tinta invernal portaba con orgullo sus galones, su uniforme, firmemente dibujado sobre su duro y excelente papel resultaba impresionante, deliciosos brocados engalanaban sus hombros, y en su cintura, una vaina contenía una hoja del mas fino papel, capaz de cortar con el mas leve roce...
Las columnas de soldados avanzaban en ordenada formación, prestas las espadas hacia la inminente contienda, debían defender el reino de un enemigo desconocido y terrible, y allí estaban ellos, soldados de papel preparados desde su concepción para repeler este tipo de agresiones.
El primer choque fue devastador, llamas comenzaron a caer de los cielos y a quemar las firmes hojas de las tropas, sin siquiera entablar batalla ya estaban derrotados, cuando los compañeros acudían a socorrerse, estos se contagiaban del ígneo mal y quedaban reducidos a cenizas entre un desagradable crepitar de gritos...
Había escapado al terrible asalto, afortunadamente la sustancia ártica que lo pintaba le confería cierta resistencia y alejándose del centro de la contienda logro salvarse de la masacre. Algunos más como él lo habían logrado, volviendo a componer pequeñas y ordenadas unidades de infantes de papel, prestos para afrontar nuevos y aterradores ataques por parte de un enemigo desconocido.
Susurrantes aves se cernieron sobre la tropa, brillaban con un aspecto metálico, y cuando juntaban sus alas seccionaban partes de los nuevamente atónitos soldados, sus afiladas hojas se arrugaban frente a la metálica consistencia de estas aves de pesadilla. Nuevamente, nuestro soldado logro sortear los peligros, cada vez tenía mas claro que la única manera de vencer era avanzar, evitar todas las trampas del enemigo y llegar a su mismo núcleo, allí sería vulnerable y podría derrotarlo.
Ya apenas quedaban compañeros cuando un enorme vendaval se levanto sobre ellos, debido a su ligera naturaleza fueron alzados fácilmente y uno a uno se fueron perdiendo en la lejanía.
Cuando el vendaval cejó solo quedaba una arrugada figura, había clavado su brazo sobre el ala de una de esas metálicas aves que había quedado atrapada en el suelo, retirando dolorosamente su apéndice del puntiagudo extremo del ala, sangrando negra tinta por la herida y completamente solo, continuó su avance hacia el desconocido adversario que amenazaba la misma existencia de su reino.
Unas claras y cristalinas aguas azules parecían su meta, tras ellas se veían extrañas luces recortadas sobre fantásticos y ondulantes campos. Reunió el valor que le quedaba y penetró aquellas aguas, inmediatamente comenzó a reblandecerse, sus facciones se desdibujaron, la tinta escapaba de su cuerpo, estaba muriendo, pero no podía cejar en ese momento, en un titánico y desesperado esfuerzo se zambullo por completo...

Deforme, descolorido y casi sin fuerzas despertó nuestro soldado, una extraña y vaporosa figura lo observaba, el cielo a su alrededor estaba oscuro, y los árboles brillaban, la tierra ondulante parecía que acumulaba pequeñas chispas para luego dejarlas escapar, se levantó como pudo frente a aquella vaporosa criatura e intento comunicarse. Sus cuerdas vocales habían quedado borradas por el agua, así que no podía emitir sonido alguno, aunque parecía que aquel ser tampoco era capaz de eso. Una extraña música atrajo su atención y descubrió un extraño carro con forma de cascara que contenía unas pequeñas perlas de luz que emitían hermosos destellos de color a la vez que sonaban melódicamente. Mirando aquellas maravillas no pudo menos que acordarse de su reino, tal vez aquí estaba el origen del ataque, pero si eso era así como lograría salvarlos, que debía hacer.
El carro estaba atorado, y la etérea figura parecía ser su conductor-protector. No parecía peligroso, parecían mágicos huevos, quien sabría que habría dentro, no estaba seguro de nada, pero algo si que sabía, malo no era y sintió que debía ayudar a aquella criatura.
Tras un arduo trabajo logró soltar el vehículo, la vaporosa criatura creó unos apéndices que rodearon inmediatamente el carro, haciéndole posteriormente señas que interpreto como una invitación a acomodarse dentro. Una vez sentado el ser comenzó a moverse arrastrándolos por aquella misteriosa tierra.
Observó extrañas formas deambulando locamente por doquier, haciendo caer brillantes frutos de aquellos extraños árboles, cortándolos algunas veces e incluso marchitándolos y secándolos. Dejo atrás construcciones que se asemejaban a ciudades, extraños y alargados carros atorados sobre fosforescentes lineas paralelas en el suelo.
El viaje acabó frente a una oscuridad que lo engullía todo, no podía verse nada mas allá , ni por los lados, ni de frente ni por debajo, era como si una oscura nada creciera a partir de allí y todo dejara de existir.
El etéreo conductor comenzó a descargar la carga y a colocarla frente a aquella barrera, en línea, equidistantes unas de otras. Su luz tampoco parecía atravesar aquello, y las notas parecían perder fuerza. Cuando la última estuvo colocada, la figura comenzó a moldear uno de sus apéndices como una aguja y se acerco a la primera que había dejado, parecía dispuesto a rasgarla cuando una eclosión de la negra línea que separaba las brillantes semillas pareció tragarse a aquel vaporoso ser.
Solo, arrugado y deforme, descolorido en su totalidad, el soldado se quedó desconcertado, tal vez era eso lo que debía pasar, pero inmediatamente dudo de aquel pensamiento. Ya que no había sido capaz de defender su bien amado reino y ahora se encontraba allí, fuera donde fuera ese sitio, decidió terminar el trabajo que aquel ser había comenzado, y desenvainando, su ahora mellada, arrugada y deslucida hoja, se acerco a las brillantes semillas e hinco la punta en la primera.
La explosión de luz y sonido fue tan fantástica que incluso ilumino lo que había tras la aterradora barrera de nada, mostrando un extraño y colorido mundo coronado con boreales luces en el cielo, criaturas viscosas y translúcidas reptando por los suelos y graciosas aves haciendo piruetas en el aire, esto duró poco, pero todo a su alrededor pareció cobrar mas vida, incluso aquella nada pareció perder fuerza pese a no retroceder ni un milímetro.
Sin perder tiempo comenzó a romper una tras otra las mágicas semillas, repitiéndose cada vez el mismo proceso, mostrando una infinidad de fantásticos y extraños mundos. Cuando llego a la última todo parecía más vivo, el suelo brillaba ahora con luz propia y una infinidad de estrellas habían surgido en el firmamento. La última extrañamente había cambiado, y ahora parecía de papel, sin dudarlo volvió a clavar su espada y cuando esta la desgarró, él comenzó a volver a enderezarse, su papel perdió las arrugas, su uniforme volvió a dibujarse y su hoja cobró el lustre de antaño, ante sus ojos se desplegó un mundo de papel, con mares de tinta y ciudades de cartón, su mundo, ahora libre de peligro, disfrutando sus pobladores con una sonrisa de la existencia...

Bosques de neuronas brillan con luz propia, el viento de la conciencia surca sus cielos plácidamente, trenes de pensamiento transitan dendríticas vías con inquebrantable puntualidad, mientras pueblos de recuerdos y ciudades de estímulos trabajan bajo una agradable y feliz melodía, a la vez que un guerrero de papel corta semillas de sueño frente a una abismal nada, carente de miedo ante su continua amenaza sonríe, miles de realidades nacen día a día y él esta allí para protegerlas...

martes, mayo 29, 2012

Musica para leer Trapo

Trapo

Algo le despertó, perezosamente abrió los ojos y quedo momentáneamente cegado por tanta luz. El único sonido que llegaba a sus oídos era el rítmico tic-tac de su viejo reloj de cuerda. Poco a poco sus ojos se acostumbraron y quedo maravillado ante lo que le mostraron...
Granos multicolor flotaban por doquier, realizando una complicada y armónica danza en brazos del viento, esas diminutas y perfectas esferas se amontonaban en fantásticas dunas barridas por cálidos y secos aires, reflejando en su superficie la totalidad del espectro lumínico, cambiaban como azotadas por otra brisa, una mágica que les impelía ordenadamente a variar sus tonalidades por grupos, ofreciendo el aspecto de un caleidoscópico arcoiris.
Lentamente se puso de pie, se sentía torpe, como ajeno a su propio cuerpo, e inmediatamente descubrió por que... era de trapo, sus manos eran de gruesa y basta tela, rellena de lana, los remates, bastante pésimamente cosidos mostraban parte de su interioridad. Sus ojos dos esferas de alfiler, lisas, frías y perfectas, su boca de fieltro pegado dejaba salir una pequeña lengua de cuero tachonada al tejido interno de su espalda, y en su pecho, un bolsillo cerrado con un botón guardaba su viejo reloj de cuerda, que latía musical y acompasadamente...
No sabía como había llegado allí, y tampoco le importó, simplemente estaba, y sabía que no podía quedarse, tampoco sabía hacia donde dirigirse, pero cuando comenzó a moverse no vaciló, cualquier dirección era buena en aquel mágico desierto.
Pronto comenzó a atardecer, y la arena que le rodeaba empezó a perder su color, en el cielo los primeros astros despertaban de su diurno letargo, centelleaban con ilusión, sus hermanos pronto les acompañarían en el paseo nocturno por la bóveda celeste. Una extraña luna de cristal asomaba por el horizonte, estaba en fase decreciente, con su mentirosa y torva sonrisa burlona.
Fascinado por las maravillas que veía continuó caminando hacia ningún lugar en concreto, paro solo una vez para abrir el bolsillo de su pecho y darle cuerda a su mecánico corazón.
Cuando la luna yacía en todo lo alto, se topó con una inmensa sombra, parecía un árbol desprovisto de su copa, seco y marchito, al acercarse y tocarlo comprobó que su textura era similar a la de la galleta, partió una de sus secas ramas y el sonido le recordó a los desayunos de su infancia, y entonces supo que lo único que se necesitaba para que aquel tronco volviera a florecer era un poco de leche mezclado con las risas de un niño...
Se tumbó un largo rato bajo aquel enorme mastodonte, observó plácidamente el lento y sosegado caminar de las estrellas junto al sereno navegar de la luna, tal visión conmovió tanto su alma que sintió deseos de llorar, y sin siquiera proponérselo, se descubrió llorando dichosas lágrimas. Dulces y blancas lágrimas brotaron a raudales de sus oscuros y esféricos ojos, regando el lecho de aquel tostado tronco.
Cuando hubo acabado de brotar la última lágrima supo que debía continuar, se levantó y con paso tranquilo se alejo de allí, siguiendo tan solo un impulso y su propia y apremiante certeza.
Sus pies dejaban unos irregulares surcos sobre la arena, surcos que cuando eran dejados atrás escapaban invariablemente a su influjo y se dedicaban a campar a sus anchas, mas de una vez alguno le adelantó, llevándose como reprimenda una torva mirada.
Sin darse cuenta acabó frente a unas murallas, coronadas por sinceras almenas, protegidas por celosos e indómitos guardas de papel, la rodeó y se situó frente a sus puertas, allí, bajo la atenta y escrutadora mirada de sus guardianes esperó, al poco, estas se abrieron silenciosamente, dejando ver el interior de aquella susurrante ciudad.
Un fino, lento y melancólico sonido de trompeta flotaba sobre aquella ciudad, las puertas de sus casas estaban cerradas, apenas si salía luz por sus ventanas y olía a insomnio...
Sus habitantes le espiaban al pasar, preguntándose que demonios hacía allí, cuales eran sus intenciones o si debían hacer algo para detenerlo.
Paró delante de un inmenso edificio fabricado con corcho, las puertas cerradas, un cartel decía: !!SILENCIO!! Descolgó el cartel y penetró el umbral, dentro, había miles de estantes diseminados por cientos de estancias, todas ellas ocupadas por grises botellas. Se acerco a uno de los estantes más cercanos y cogiendo cuidadosamente una botella la destapó.
JAJEJIJOJUJAJEJIJOJUJAJEJIJOJUJAJEJIJOJUJAJEJIJOJU- brotó alegre del recipiente, y escapó como una exhalación por la puerta.
Furioso, comenzó a romper uno tras otro los cristalinos contenedores, dejando escapar una miríada de carcajadas, infantiles, maduras, graves, risueñas... de todos los tipos y texturas, profundas o superficiales, no paró hasta que solo quedo un recipiente, uno más grande que los demás, recubierto por una funda de la misma tela que lo recubría a él. Este no lo rompió, lo destapó y bebió todo su contenido, tras lo cual brotó de su boca de fieltro una larga, salvaje e hilarante risotada, los muros de corcho comenzaron a temblar y a resquebrajarse, su risa no cejaba por lo que la estructura comenzó a derrumbarse al no poder aguantar semejante presión.
La ciudad volvía a quedar al descubierto, pero ya no sonaba el melancólico lamento de trompeta, ahora retumbaban en sus muros las risas que retornaban a sus vecinos, empujándolos a salir a sus calles y comenzar a hacer piruetas, cabriolas y bailes.
Dejando a aquellas gentes con sus asuntos sin resolver se encaminó a las murallas y salió por la ahora destrozada puerta de entrada adentrándose nuevamente en la desértica noche.
La noche ya duraba demasiado, hasta las estrellas se habían cansado de su lento caminar, y la luna añoraba sus suaves sabanas, él también quería luz, las maravillas de la noche solo deben disfrutarse por un tiempo limitado, demasiado y todo pierde su color.
Sus pies lo llevaron a una montaña, enorme, como ninguna otra, negra como la obsidiana, y al igual que esta en su cuna, caliente, hirviente diríamos. Se detuvo frente a un insalvable e insondable acantilado que separaba el desierto de aquella titánica roca, abrió el bolsillo de su pecho, dio toda la cuerda que pudo a su fantástico y antiguo reloj, y dejó que se escurriera de entre sus manos hacia las abisales profundidades...
...quieto, sin movimiento ya, las multicolores arenas respetan un pequeño y sonriente cuerpo de trapo sentado bajo un frondoso árbol de galleta con hojas de chocolate, cuando el viento pasa por su boca parece convertirse en una larga, salvaje e hilarante risotada, de sus ojos brotan ríos de leche a la luz de los astros, mientras todo gira como un reloj...

martes, mayo 22, 2012

Musica para leer Libro

Libro

Pergamino, tinta y perspectiva sin miedo son lo único necesario para crear una nueva realidad...
Dibujar estrellas con un pincel es tan sencillo como inhalar un soplo de aire, perderse en multitud de espacios desconocidos, absorto por una única idea, es ser libre sin medida, y todo ello en lo que se tarda pensarlo.
Aguardar al fin del tiempo es como escuchar tu melodía favorita, ser todos los personajes en uno, una dulce frivolidad recubierta de chocolate y desdibujar tu personalidad, el divertido juego de un niño.
Aguardar a que las tramas se enreden es bailar sobre plumas silvestres, orientarte en mágicos laberintos es como una apacible tarde de verano, inhalar el aroma de la fantasía es como una carcajada primordial, clara, pura y sincera.
Todo revestido de dulce y creativa tinta, incolora en su verdadera esencia, pero visible ante cualquiera.
Dulces campos regados por imposibles e insaboras fragancias, iluminados por miles y caleidoscópicos iris, ayudando a crecer bajo su luz a los mas bellas y aterradoras quimeras.
Comenzar el camino con un paso, y seguir sin pies hasta su resolución, ordenar los pensamientos en delgadas cajas de pelo, tocar el arpa sobre la tela de una araña y besar el embelesado sueño del viento. Una nota discordante, una nota concordante, ondas sobre el mismo lago, surcado por barquitos, secado por su papel y escurridos tras el ocaso de la luna.
Todo esto y más, esto es menos de lo que más podría decirse, pues para conocerlo hay que recorrerlo sin dilación, aguantando un suspiro para lanzarlo al final, y así conectar con un nuevo principio a través de ese puente.
Un tintero seco deja escapar lamentos en las canciones, pero uno lleno... uno lleno es la perfecta copa con la que iniciar y despedir la felicidad, inventada, real o espontánea.
Pergamino, tinta y perspectiva sin miedo son lo único necesario para crear una nueva realidad...

lunes, mayo 21, 2012

La Mazmorra

La mazmorra era fría, húmeda y lúgubre, como debe ser una mazmorra que se precie, ya había perdido la cuenta del tiempo que llevaba allí encerrado, a veces incluso pensaba que había nacido allí, entre las oscuras rocas, filtrado por las vetas de la pared y recogido por el duro y adoquinado suelo, pero solo era un sueño, una suerte de pesadilla mas llevadero que la propia realidad.
El sol solo llegaba por una estrecha rendija, e incluso parecía que este, tuviera miedo de entrar por si nunca mas pudiera volver a salir. El agua, era el único elemento que parecía encontrarse a gusto allí, incluso el aire se encontraba enrarecido.
En los días que estaba de buen humor, soñaba con escapar junto a uno de los escasos rayos de luz y rebotar juguetonamente contra las cálidas superficies de los seres vivientes que deambulaban por los contornos, calentar los vientos, reflejarse en los vívidos colores de una mariposa y posarse a descansar sobre la amable y sabia corteza de un árbol...
En los días en que su humor se ensombrecía, que eran prácticamente la mayoría, soñaba con ser el gélido aliento del tiempo y desgastarlo todo con su toque, los muros de la prisión, la tierra circundante, los cercanos bosques y arroyuelos. Soñaba con desgastar los mismos cimientos de la realidad para así acabar con su cautiverio...
Y algunos y extraños días recordaba vagamente como había acabado así...
Querido y adorado por todos, era la satisfacción colectiva, las ganas de vivir, la curiosidad y el sentido de las cosas, la gente lo adoraba, lo necesitaba, y él los colmaba con sus caricias, llenándolos de paz y felicidad.
Pero nunca tenían suficiente, y cuando los dejaba para ocuparse de alguien más necesitado, se irritaban, temían, envidiaban, con el tiempo algunos decidieron que no debían compartirlo, que solo ellos eran merecedores de sus atenciones, así que lo raptaron y decidieron guardarlo para ellos solos, comenzaron a construir su caja. Él intentaba disuadirlos, intentaba volver a hacerles felices, pero cuanto más lo intentaba, más los motivaba, tal era su extraño concepto de las cosas, más ansiaban ser únicos poseedores...
Al final, encerrado, sus carceleros y únicos visitantes se deleitaban sin medida de sus atenciones, pero aun no contentos comenzaron a confabular unos contra otros, perpetrando terribles asesinatos, hasta que al final ninguno quedo, ni siquiera para visitarlo...
Así pasaron los años, las décadas, los siglos, y en su caja aguardaba enloquecido por no poder cumplir su función, enloquecido por el injusto cautiverio, enloquecido por... enloquecido al fin y al cabo...
La mazmorra era fría, húmeda y lúgubre, como debe ser una mazmorra que se precie... la mazmorra no tenía paredes, ni suelo, ni techo, ni puertas, ni ventanas... la mazmorra ya solo estaba entretejida de sentimientos, costumbres y olvidos, y llevaba tanto tiempo encerrado que había olvido que ya podía salir...